Eldolor de María no es desesperado, pero sin embargo es desgarrador, porque es el dolor más puro de una madre. Pasa el sábado, ese día interminable en el que espera que todo se cumpla. Esta fuerza en la fe, esta esperanza segura, ciertamente no podía calmar su dolor. Tuvo que presenciar la agonía de su Hijo y su muerte.
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